Igual que el curso pasado, en un primer momento escuchamos breves fragmentos de músicas diferentes que los niños/as debían escuchar atentamente (les sugerimos que cerraran los ojos para "sentirlas" mejor, sin distracciones). Después de cada una de ellas, comentamos por turnos qué nos había hecho sentir, comprobando que una misma música podía provocar emociones diferentes a personas diferentes.
A continuación, nos sentamos en las mesas y repartimos una ficha por niño con cuatro imágenes de Flama con la cara en blanco, y tenían que dibujar sobre ellas los rasgos faciales de la emoción que les sugerían las músicas. Les indicamos que no dibujaran inmediatamente al sonar la música, sino que escucharan primero con los ojos cerrados para “descubrir” la emoción que les producía cada música.
Aunque las músicas eran contrastantes y, en principio, se les puede suponer una asociación a una determinada emoción, insistimos en que cada uno dibujara sobre Flama la emoción que considerara: no hay respuestas correctas o incorrectas, todas son válidas, puesto que la asociación de emociones no es universal, y algunas están claramente influenciadas por nuestra experiencia personal. Las músicas propuestas fueron las siguientes:
- “Uptown funk” de Mark Ronson ft. Bruno Mars. (alegría).
- "La consagración de la primavera”, de Stravinsky. (ira).
- BSO de “Drácula”. (miedo).
- “La muerte de Ase”, de la obra “Peer Gynt” de Grieg. (tristeza).
Como comentario a esta sesión, os diré que a la mayoría de los niños/as les cuesta "sentir" la música, y la escuchan más pendientes de encontrar la respuesta correcta a qué deberían sentir en vez de simplemente, dejarse llevar por las emociones que le producen. ¿Y por qué digo ésto? Pues porque ellos mismos lo decían: cuando sonaba un fragmento de música, algunos decían "esta debe ser la alegría" o "esta no sé si es el miedo o la rabia". A pesar de que les dije varias veces que no pasaba nada si dibujaban dos veces la misma emoción si dos músicas les hacían sentir lo mismo, ocurrió que los que habían asociado la segunda con el miedo y al escuchar la tercera también les producía miedo, ya no sabían bien qué hacer: si dibujar el miedo otra vez, o buscar una goma para borrar la anterior, o dibujar esta vez la ira porque el miedo ya lo habían dibujado... Por eso, desde entonces siempre que ponemos alguna música en clase les pregunto qué les hace sentir, y muchas veces mientras almuerzan les pongo músicas de todo tipo, para que las escuchen y las "sientan".
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